El universo emergió y se desarrolló de una sola fuente, y nosotros hemos evolucionado a través del proceso óptimo de armonización y  unificación. (Morihei Ueshiba)

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por Él fueron hechas; y sin Él nada de lo que es hecho, fue hecho. (Evangelio de San juan)

Todas las cosas, materiales y espirituales, se originan de una fuente y están relacionadas como si fueran una sola familia.  (Morihei Ueshiba)

En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.  (Libro del Génesis)

Tras estas citas bíblicas y del Fundador del Aikido, parece más que evidente que todo cuanto conocemos surge de una misma fuente, y todo existe gracias a un poder único y común. Y todo parece indicar que esa vida, tal y como la conocemos y como nos explica la ciencia, surge del agua.

El agua. En su composición química, un gas. Debido a las propiedades físicas derivadas de su tensión superficial, tiende a juntarse en miles de moléculas, formando lo que conocemos como una gota de agua… De sobra conocidos sus tres estados. El sólido en forma de hielo, el líquido en forma de “agua” y el gaseoso en forma de vapor.

La ciencia nos ha enseñado que más del 60% de nuestro cuerpo es agua. Algunos seres como las medusas, presentan un 99% de agua en su composición. A través de ciertas teorías y evidencias científicas, a día de hoy sabemos que la vida se originó en el agua. Luego, ese poder denominado Verbo (en otras culturas o filosofías también denominado Kalma (Islam), Espíritu Santo, Palabra o Verbo (Cristianismo), Kototama (Sintoísmo), Shabd (Hinduísmo), Tao (Taoísmo)),  habría hecho emerger la vida y la existencia misma desde el agua.

Si consideramos la materia de la que están hechos los planetas, las estrellas, y todos y cada uno de los cuerpos astronómicos como inertes, incluido el agua… ¿Qué misterio esconde el agua para que de ella emergieran en torno a 8.400.000 especies de formas de vida (como considera el “Chaurasi” del Hinduismo)? (Algunos medios científicos afirman que esa cifra se aproxima a los 9.000.000) ¿Qué tiene el agua para ser el soporte vital? Sabemos que tiende a un pH neutro, es el solvente universal, es termorreguladora debido a su calor específico, un buen conductor eléctrico, debido a su capilaridad puede transportar nutrientes y circular a través de membranas semipermeables, etc. Aquello que consideramos vivo está cargado de agua. Incluso la madera, cuyo origen fue un ser vivo del Reino Vegetal,  tras pasar decenas, centenas, o miles de años, como materia vegetal muerta, alberga agua. Cualquier combustión de materia orgánica, tal y como la conocemos en nuestra atmósfera, genera como fruto de la misma Dióxido de Carbono (CO2) y Agua (H2O).

El agua ha sido fruto de inspiración y medio vehicular para miles de cuentos, metáforas, fábulas, refranes y enseñanzas. Cuentos sobre seres mitológicos del agua como ninfas y tritones o sirenas, refranes populares como “agua que no has de beber, déjala correr, “agua pasada no mueve molino”, o incluso al mismo Jesucristo citar tal como nos han legado los Evangelios:    

“… pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna” (Evangelio de San Juan).    

En mayor o menor medida, dependiendo de cada individuo, sentimos una emoción especial cuando presenciamos el mar, sobre todo los que vivimos en el interior y añoramos la belleza de semejante espectáculo de la naturaleza. A todos nos sorprende ver una cascada de agua, todos hemos jugado alguna vez a imaginar formas definidas en nubes algodonosas en el cielo, todos nos emocionamos como niños cuando cae una nevada y el paisaje queda tupido por un manto grueso de nieve, a todos nos sorprende cuando se congela un charco, un lago, un río, e incluso el mar.

En el “Arte de la Paz”, obra magistral de O´Sensei, las referencias al agua son constantes:

No pases por alto la verdad que está enfrente de ti. Estudia como el agua fluye en un arroyo en un valle, suave y libremente  entre las rocas.   También aprende de los libros sagrados y de la gente sabia.  Todo – hasta  las montañas, los ríos, las plantas, y los árboles – deben ser tus maestros.

Crea cada día nuevamente vistiéndote con el cielo y la tierra, bañándote con sabiduría y amor.

No falles al aprender de la voz pura del arroyo que nunca para de fluir de la montaña que salpica con las rocas.

La Paz se origina con la fluidez de las cosas – su corazón es como el movimiento del viento y las olas.

Siempre mantén tu mente tan brillante y clara como el vasto cielo, el gran océano, y el pico más alto, vacío de todo pensamiento.

El Arte de la Paz está basado en Cuatro Grandes Virtudes: Valor, Sabiduría, Amor y Amistad, simbolizados por Fuego, Cielo, Tierra, y Agua.

Dependiendo de la circunstancia, tú debes ser: fuerte como el diamante, flexible como un sauce, fluido y suave como el agua, o vacío como el espacio.

Si tu oponente te ataca con fuego, rechaza con agua, convirtiéndote completamente fluido y libre.  El agua, por naturaleza nunca choca o rompe contra nada.  Por el contrario, absorbe cualquier ataque sin hacer daño.

La primavera se adelanta a la Gran Tierra; Ondea como las Grandes Olas

Es imposible que todo esto sea una casualidad. Por qué utilizar si no tantas referencias al agua…

Cuando el agua de nuestro organismo se desequilibra por las causas que fuere, esto es, deshidratación, inadecuada salinidad, pH alejado del punto neutro y en exceso hacia el ácido, nuestro sistema renal no limpia lo adecuado, cierta cantidad de líquido en una parte de nuestro organismo no es movida por nuestro sistema linfático, etc, nuestro organismo enferma. Si no hay equilibrio en nuestro medio, el cuerpo adolece. Nuestro organismo, nuestra agua, necesita estar en equilibrio para estar saludable.

Los controvertidos experimentos del Doctor Masaru Emoto, explican cómo el agua reacciona a diversos estímulos, como son: la intención, la música, palabras de amor u odio… Ante estos estímulos, el Dr. Emoto afirmó en su libro “Los mensajes ocultos del agua”, que las moléculas mismas del agua se disponían de maneras armónicas y bellas ante estímulos positivos, y de manera desordenada y caótica ante estímulos de índole negativa. Es decir, la intención y el entorno afectan significativamente al agua. Pura metafísica.

Y de los ciclos por excelencia del agua en nuestro planeta, está sin duda el ciclo de las mareas, regido por la presencia de la Luna. Esta, en su movimiento de rotación alrededor de la Tierra, hace que las grandes masas de agua oceánica se desplacen y avancen hacia tierra firme o se retiren en dirección opuesta hacia el centro mismo de la masa. Y es con esto, tal como explica la ciencia, que en la Tierra se pudo originar la vida, la existencia de seres vivos que llevarían a colonizar el planeta. En añadidura, la astrofísica nos ha enseñado que gracias a esos movimientos de grandes masas de agua en las mareas, nuestro eje rotacional se encuentra en equilibrio, y la velocidad de giro del planeta también es constate. Es decir, el agua es base para la vida y equilibrio para el planeta.

Cuando visitas pueblos costeros de pequeñas comunidades de pescadores, observas sus barcas en medio de un lodazal enfangado cuando la marea está baja, conocido como bajamar. Ahí es difícil poder navegar, ya que las embarcaciones están varadas. Pero, por momentos, cuando va llegando la marea alta, la conocida como pleamar, el agua lo empieza a inundar todo. Una gran masa de agua avanza firme y de manera constante tierra adentro. Lo que eran lodazales y fangales se convierten en fondo marino cubierto por varios metros de agua. El agua lo llena todo. El agua vuelve a aportar nutrientes y vida a lo que minutos antes era un caos. Los barquitos vuelven a flotar, y los pescadores pueden volver a navegar y hacerse a la mar.

Es ese el justo momento que aprovechan las embarcaciones, ese instante de anegación, de vida. Unirse a ese movimiento, es Aikido. La vida se mueve al unísono. Las barquitas se mueven a la vez. Algunas aves marinas se dejan llevar. Los peces, moluscos, crustáceos, igualmente. Ha sido aprovechando el mágico movimiento de la masa de agua del planeta para que todo se ponga en movimiento y vuelva a llenarse de vida. Ese movimiento de vida, es el Universo en movimiento.

Cuando el Aikido llega a nuestras vidas, es la misma marea que nos empuja, que arranca del fango nuestra quilla y empieza a mover nuestro bote. Es el momento de navegar, es el momento de utilizar lo que nos ha sido entregado. Es el momento de dirigir nuestra nave, nuestra existencia, hacia el rumbo adecuado. Si dejamos pasar esta oportunidad, sabemos que llegará la bajamar, y añoraremos el vaivén de las olas que otrora nos movía, y la riqueza de las aguas que nos fueron prestadas por un tiempo limitado.

La vida está basada en el agua y surgió del agua. Como he citado anteriormente, podemos leer en el Libro del Génesis de la Biblia:   y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas”.   Esa “esencia divina”, ese orden y causa de todo, se movía en las aguas. La vida es movimiento. La vida es el movimiento del agua. Desde el vientre de nuestra madre hasta la deshidratación y evaporación definitiva en nuestro organismo tras nuestra muerte.

Ya estuvimos mucho tiempo, sin saberlo, esperando. Aprovechemos ahora que sube la marea. Es el momento de la “abundancia”. Es el momento del Aikido.

“Considerando la decadencia y abundancia de la marea (marea alta y baja).  Cuando las olas vienen a golpear la orilla, ellas hacen una cresta y caen, creando un sonido.  Tu respiración debe seguir el mismo patrón, absorbiendo el universo entero en tu ombligo con cada inhalación.  Sabiendo que tenemos acceso a cuatro tesoros: la energía del sol y la luna, el aliento del cielo, el aliento de la tierra, y la abundancia y decadencia de la marea”

 Morihei Ueshiba

 

Con infinito agradecimiento, cariño y reconocimiento a mi maestro Lucio.

Gracias, gracias, gracias.

Diego