¡Hola a todos!

Estamos viviendo tiempos difíciles, tiempos nuevos, de cambio; y de cambio muy rápido y radical. Fijaros lo que ha variado nuestro mundo en pocos días, ¿qué tienen que ver nuestras necesidades del momento con las de hace tan solo un par de meses?, ¿nuestros hábitos? Todo se ha visto alterado de golpe y porrazo. Estamos viviendo en estado de guerra, sin bombas, ni tiros, sin conflictos declarados, pero en un estado de alerta que, en cierto modo, puede resultar incluso más peligroso, pues nos pilla totalmente desprevenidos, sin preparación, sin medios de defensa. ¡No sabemos cómo pararlo!, ¿cómo combatir a este enemigo invisible, un enemigo que podemos ser nosotros mismos? Nos ha pillado tan de sorpresa que no hemos tenido tiempo de prepararnos. Sobre la guerra convencional, hemos estado estudiando durante años, tenemos formas de defensa y contraataque; pero ahora, ¿en qué búnker nos refugiamos?, no hay refugios antiaéreos, ni trincheras ni subterráneos en los que podamos estar a salvo. Solo hay una posibilidad, y tampoco es segura al ciento por ciento: quedarnos recluidos, aislados de los demás, seguir las indicaciones que los investigadores recomiendan a las autoridades que a su vez nos trasmiten; y aún así…

Aunque, en el fondo, no estamos tan mal, no sufrimos bombardeos, no tenemos que empuñar un fusil e intercambiar balazos con otros seres humanos, no se derrumban sobre nosotros los edificios…; estamos en casa calentitos, no nos falta de nada (salvo, quizá el papel higiénico, qué ansia con eso), abrimos el grifo y sale agua, tenemos surtidas las despensas o los frigoríficos…

No obstante, son tiempos similares a un estado de guerra: muy difíciles y encima raros. Así que es el momento de ser solidarios, de poner en práctica los principios que dicta El Sendero del Amor (Aikido)

Es tiempo de confusión, nadie sabe a ciencia cierta a qué atenerse, ni los científicos, ni los médicos…, y de esa confusión surgen voces de todo tipo. Unos aplauden otros protestan. Hay quien quiere aprovecharse de la crisis para conseguir algún tipo de rédito, económico -acabo de ver en internet una página que vende mascarillas hasta por 83€, para lo cual es de suponer que antes las haya acaparado-, político, o del qué sea; hay quien se solidariza y aporta lo que puede: su tiempo y esfuerzo, su seguridad, su dinero.

En los momentos de crisis sale a la superficie lo mejor y lo peor de cada uno.

Voy a contaros –resumido-, un cuento indio:

“A un hombre le dispararon una flecha. Cuando iban a curarle detuvo a sus cuidadores y preguntó:

– ¿Quién ha sido? –

– No sabemos- le respondieron quienes le atendían.

– ¿A qué distancia estaba? – volvió a preguntar.

– Lo ignoramos- fue la respuesta.

– ¿Fue algún cazador que erró el tiro? -insistió.

– No lo sabemos- Volvieron a responderle.

Cada vez estaba peor su salud, pero insistía en sus preguntas:

– ¿La flecha es de madera de boj o de roble?

Y no permitía que se la extrajeran, pues antes quería tener las respuestas.

– ¿El arco era de guerra o de caza?, ¿de más de treinta libras o de menos?

Por fin, en un hilo de voz, preguntó mientras expiraba:

– ¿La punta del dardo es triangular o cónica? – Y murió…

Tenemos una flecha clavada en un órgano vital.

Podemos tratar de buscar quién tiene la culpa, podemos quejarnos de la ineficacia de las autoridades, de la falta de medios, de los errores cometidos por unos u otros, podemos acusar, o podemos tratar de colaborar a extraer la flecha y curarnos. ¡Atención!, ¡el ego siempre busca justificaciones, motivos para reafirmarse!

¿Saber quién es responsable?, incluso, ¿Saber el por qué?, ¿nos va a curar?

La gente, en general, es frágil, no dispone de los mecanismos sicológicos suficientes y obedece a reacciones instintivas, primarias del ego; hasta cierto punto es normal que ante un peligro reaccionen con cierta angustia y protesten. Pero nosotros somos aikidokas, guerreros de la Luz, como decía Paulo Coelho; si aun así caemos, necesitamos ser fuertes, reponernos lo más rápidamente que podamos y brillar y dar luz y paz.

Quizá las medidas nos parezcan injustas, insuficientes o tardías. Pero en esta guerra nueva cada uno de nosotros podemos ser la víctima y el verdugo, el muerto y el asesino, el héroe y el villano, receptor y transmisor.

El otro día una anciana dijo por la televisión, que ella ya había predicho esta pandemia: que estamos padeciendo una plaga que nos mandaba Dios por haber exhumado el cadáver de Franco. Hay quien argumenta que es un virus fabricado para usar en la guerra bacteriológica que se les ha escapado. Y hay quienes dicen que ya estamos padeciendo ese tipo de guerra y que el virus se ha lanzado a propósito…

Sea, lo que sea, ¿saber eso nos protege?

No sé si tendrán o no razón las voces que se alzan en contra; lo cierto es que no me importa. No se trata de defender ahora las ideas y razones políticas, religiosas o sociales –en realidad nunca deben ser estas más importantes que el amor y la armonía, pero en estas circunstancias, menos-. El virus no hace distinciones y ataca por igual a unos y a otros. Lo que sí sé es que es muy fácil, y harto frecuente, juzgar a toro pasado. Criticar en lugar de cooperar. No debo, ni quiero hacer caso a esas voces, ¿quiénes somos para juzgar y criticar a nadie? volvemos a lo de tantas veces ¿quién está en posesión de la verdad absoluta?, y más en un asunto tan incierto.

Puede que se hayan cometido errores, puede que algunos se indignen, puede ser que tengan motivos para ello, pero la indignación ¿sirve para algo más que para un desahogo personal momentáneo? Y si la difundimos, ¿qué beneficio aportamos con la indignación colectiva?

El conseguir muchas personas indignadas, ¿produce, en estos momentos, algún beneficio?  ¿o causa más intranquilidad y desánimo?, la indignación, la ansiedad, el desaliento ¿son factores beneficiosos o perjudiciales?

El aumento del miedo, la zozobra promovida por la desconfianza en las instituciones, ¿ayuda?:

 

“Se encontró un labriego con la Peste y le preguntó: 

–¿Peste para dónde vas? 

Y la Peste contestó: 

–Voy a Bagdad para matar a 500 personas. 

Días después vuelven a encontrarse y el labriego le dice a la Peste: 

–Peste, eres una mentirosa me dijiste que ibas a Bagdad a matar 500 personas y mataste 5.000.

Y la peste le responde: 

–Nunca miento, yo maté a 500 personas, los demás murieron de miedo.”

 

Esta pandemia está afectando y va a afectar a personas y países de muy distinto signo político…, y, hoy por hoy, nadie ha dado con la clave definitiva. Tanto los países más poderosos y adelantados como los menos, andan dando palos de ciego. Toman una decisión y a las pocas horas se tienen que desdecir y tomar otra distinta ¿quién ha dado con la fórmula infalible? La respuesta de los científicos está siendo de récord, pensemos que hay enfermedades que causaron gran mortandad para las que aún hoy, tras muchos años de investigación, no hay vacunas ni tratamientos eficaces; los propios anticuerpos, ya entrenados, las mantienen a raya.

No dudo de que puedan tener razón los que levantan la voz protestando, solamente pregunto, ¿en qué se basan?, ¿qué elementos comparativos tienen, siendo esta una situación completamente nueva?  Y, sobre todo: ¿para qué vale?, ¿en qué beneficia?, al escucharlas, ¿no estaremos, dando pábulo al derrotismo?, ¿echando más leña al fuego?…

Disculpad si uso palabras un poco duras, pero ciertas actitudes, en un momento como el que vivimos, me recuerda al ejemplo que tantas veces he mencionado en los entrenamientos, en relación a aquellos que tanto cacarean sobre la dureza y eficacia en el aikido para el combate y la defensa y luego miran para otro lado y se hacen los suecos si ven cómo roban o agreden a alguien ante sus narices.

Ahora es el momento de dar la cara, de sacar de nuestras mentes y corazones las dudas y afrontar las dificultades; de entender que todos los humanos somos hijos de Dios, todos los seres iguales formando parte de un Todo; es el tiempo de la Fraternidad, del Amor y la Armonía.

De poner en práctica con más empeño que nunca: “¡Masakatsu Agatsu Katsuhayabi!”. Es el día justo, la hora precisa, el momento exacto. Ahora es cuando más lo necesitamos y cuando más nos necesitan. Este lema igual que el principio de “Ai-nuke”, una de las bases en las que se asienta el Aikido, se fundamenta a su vez en la ley de causa y efecto, de la acción y reacción o ley del karma según la denominación oriental.

Algo sobre el karma:

“Una ley bien conocida de la física es que la acción es igual a la reacción, pero en sentido opuesto. Esta ley devuelve, hacia el que ejecuta una acción, los legítimos resultados de su conducta pese a él mismo. Debe recoger el fruto de sus propias acciones.  (‘Se cosecha lo que se siembra’) El karma es universal en el plano de la mente y la materia; solo en el plano del espíritu puro esta ley no impera, solo ahí no hay karma. Aquí, en este mundo, todo está sujeto a la ley de causa y afecto y a la reacción. Un hecho de gran importancia para nosotros es que, de acuerdo con esta ley, estamos todos creando karma constantemente, incurriendo en deudas que deben pagarse en su totalidad. En pocas palabras ese es todo el problema. Es una lástima que toda la humanidad no pueda entender el significado pleno de esta ley. Si pudiera, toda la estructura social se remodelaría”.

“La espiritualidad es, de hecho, el alma y la esencia de la civilización. Cada civilización, sea alta o baja, en cada época del mundo, se corresponde en proporción exacta a su grado de espiritualidad. Nada más que la espiritualidad puede producir una auténtica civilización. La superioridad mental no produce una civilización verdadera. La cultura, la literatura y el arte no crean una civilización. Hay una enorme diferencia entre estética y ética. Ni siquiera la ética, en su más alto desarrollo, constituye una civilización.

Solo el amor crea civilización, y el amor es la esencia del espíritu puro. Y solo en el espíritu puro la ley del karma carece de consecuencias

En el mundo Físico-mental deben pagarse todas las deudas, ya sean buenas o malas o, para decirlo de otra manera, nadie puede conseguir algo por nada. Puedes endeudarte, pero si lo haces tarde o temprano tendrás que pagar tus deudas”.

(Dr. Julian Jhonson, El Sendero de los Maestros)

Cosechamos exactamente lo que sembramos. No puede ser de otra manera. Esta ley está siempre presente en nuestras vidas. Podemos mirar hacia otro lado, achacar a la mala suerte lo que nos sucede cuando no nos complace, pero la ley está ahí y es, de obligatorio cumplimiento, inexorablemente nuestros pensamientos, nuestras palabras y acciones producirán efectos proporcionales.

Sacad vuestras propias conclusiones y actuad en consecuencia. Incorporo la traducción de una carta que un auténtico maestro espiritual completo dirige a sus discípulos:

   “Asunto: Covid-19:

Para todos mis queridos satsanguis(discípulos).

Ahora estamos en un tiempo en que tenemos que apegarnos a lo esencial de ser satsangui.

Tal como un satsangui tiene que separarse del mundo para obtener éxito espiritual, ahora, en esta situación, tenemos que separarnos de la actividad social (distanciamiento).

Como de costumbre, Bhajan y Simran (la meditación) desempeñarán un papel fundamental.

«Ignora a los que te hacen

sentir temeroso y triste

eso te degradará de nuevo

hacia la enfermedad y la muerte» (Rumi)

    Con los mejores deseos

    BBJ.

¡¡¡¡Ánimo, y al toro que es una mona!!!!

San Lorenzo De El Escorial 16/03/2020

Lucio Álvarez