PERDÓN

 

P E R D Ó N

Así.

A secas.

Con mayúsculas.

Está dicho todo.

Lo que leas de ahora en adelante va a ser redundar. Podríamos dar por terminado aquí este artículo. De hecho, llevo mucho tiempo dándole vueltas a mi cabeza. Mientras estoy jugando con mi hija, paseando con mi perro, escuchando música, observando a la gente, contemplando un amanecer, disfrutando de una ducha… Este artículo tenía que ser acerca del perdón.

Armonía, unión, amor… Acepciones que definen muy bien el Aikido.

Cuando en su práctica física, practicamos con un compañero sobre la colchoneta, siempre comenzamos con un saludo, terminamos con un saludo. Allí hay respeto, hay unión, se trabaja con la intención de fluir con el movimiento, de fluir con la respiración, de fluir con la atención, de fluir con el espíritu… Ahí reside el perdón, en la suma de todas ellas.

El Cristianismo tomó como estandarte el perdón, como principal mensaje distintivo. El perdonar de tal manera, que se llega a poner la otra mejilla después de la bofetada, que a quien venga a robarte tu capa, le ofrezcas también tu sallo (parafraseando los Evangelios del Nuevo Testamento).

Otra gran religión, filosofía, corriente de pensamiento, como el Budismo, tiene como seña de identidad la Compasión. Esta, ha de llevar al practicante a sentir compasión por cada ser de este plano. Qué muestra tan bonita de compasión es el perdón…

El Ho´oponopono, este menos conocido, tiene en su “mantra” (lo siento, perdóname, te amo, gracias), la compasión, el perdón, el amor y el agradecimiento. Todo en un proceso de compasión, amor, agradecimiento… Pura limpieza. Misogi. Perdón.

¿Por qué somos capaces de perdonar y de tener compasión?

Esto no es algo azaroso o que una mente errante nos lleve a obtener “de la nada”. Nuestra mente, al igual que el Universo, tiende al estado de mínimo consumo de energía y máximo desorden. De esta manera, una mente que vaga al azar, sin rumbo, sin una directriz, tenderá a ese estado de mínimo consumo de energía y máximo desorden.

Cuando en la práctica de Aikido no ponemos la intención de alinear nuestro cuerpo, mente y espíritu, el sentimiento del perdón se irá alejando de nosotros como el agua corre río abajo… En cambio, si levantamos el muro de la intención dirigida desde las enseñanzas que nos aporta el Aikido, y siguiendo su proceso, represaremos ese agua que corre incesantemente por el río de la vida, alcanzando un nivel elevado de calma en la corriente. Alcanzaremos cierta quietud en nuestro ser interno, como el agua estancada, e inevitablemente será extrapolada a nuestro ser físico, a nuestro exterior, ¡al mundo entero!

El ejercicio del perdón, al igual que el de la compasión, quizás, ambos, como versiones puras de AMOR, requiere de absoluta intención, la cual requiere un aporte de energía y una capacidad para ordenar nuestro ser. Nuestra intención, precisamente, como desde hace más de un siglo viene demostrando la física cuántica, es la creadora de la realidad, la transformadora del plano físico.

Qué gran descubrimiento, y qué poco somos capaces de integrar en nuestro día a día tan gran verdad.

Las creencias, esas que han sido implantadas en nuestro subconsciente a lo largo de nuestra vida por circunstancias muy diversas, son las encargadas de dar forma a nuestros pensamientos, reacciones, maneras de comportarnos, y estas, a su vez, de formar nuestra realidad física. De esta manera, si nuestras creencias se ciñen a un entorno pequeñito y cerrado, nuestras capacidades y realidades se verán inevitablemente constreñidas a un entorno pequeñito y cerrado. Si siembro patatas, cosecharé patatas.

Imaginemos un cuaderno con 100 hojas. Un cuaderno de cuadrícula. Nuestras creencias, bien podrían estar acotadas dentro de uno de estos pequeños cuadraditos… De esta manera, cualquier creencia de varios cuadraditos más arriba, abajo, a la izquierda o a la derecha, serían diferentes a las nuestras. Conformarían una realidad diferente a la nuestra. ¿Acaso es por esto la realidad de un cuadradito diferente al nuestro, mejor, peor, más acertada o desacertada que la nuestra? Y qué decir de las cuadrículas de la siguiente página, o de la página, 38… O de la página 100… ¡¡¡O de cualquier cuaderno, de cualquier lugar del planeta que tenga una cuadrícula impresa!!!!

Aikido, nos enseña la expansión de nuestro cuerpo, la expansión de nuestra mente, la expansión de nuestro espíritu. Siendo esta expansión la que nos une con el Universo, físico, mental, espiritual.

El primer trabajo, quizás sea comprender y aceptar a las cuadrículas inmediatamente superior, inferior, izquierda, derecha… Seguir con la línea contigua, con la columna contigua, con el otro lado de la cara del folio, la siguiente página… Y ya sabes, la 38, la 100…; la del cuaderno de una niña de Uruguay, Rusia, Nepal, Nueva Delhi o Ciudad del Cabo… Cada una de ellas, son perfectas. Cada una de ellas, es tan plausible como la tuya, las tuyas. Cuando demos el valor equitativo a cada una de ellas nos daremos cuenta de que somos UNO con el Universo. Como nos decía el Fundador, O´Sensei Morihei Ueshiba:

“Yo soy el Universo”

Y acaso, ¿el Universo se restringe a algo limitado por una “cuadrícula” o es infinito? O nos dijo el Fundador: Yo soy el Universo, pero constreñido a mi paradigma personal…

Cuanto más seamos capaces de abrirnos y aceptar cualquier “cuadrícula”, más cerca estaremos de la Gran Verdad, de la Fuente, del Todo.

Cada una de las cuadrículas forma parte del Todo, de ese Todo al que nos acerca la práctica del Aikido, desde el respeto, desde la unión, desde la armonía, desde el PERDÓN.

Ya he redundado bastante. Por hoy, he dado forma a esa idea que tenía en mis paseos, en mis observaciones, en mis juegos, en mis duchas…

P E R D Ó N

Por Diego López Blanco