LOS GUERREROS DE LUZ

Cuántas veces te has preguntado por qué estás aquí…

Cuántas veces te han preguntado por qué practicas Aikido, si es siempre lo mismo, si es aburrido…

Nada ocurre al azar. Todo cuanto acontece tiene un por qué, todo tiende hacia una finalidad.

Qué te ha traido hasta aquí. ¿Fue una decisión tuya? Realmente, ¿no sentiste la llamada? ¿Te has parado a reflexionar en esto?

¿Qué viniste a buscar? ¿Ocio, actividad física, rellenar un horario…?

Viniste con las alforjas llenas y querías llevártelas rebosantes. Y el Aikido te dice que no te vas a llevar nada, que todo pasa y al final sólo el amor suma, que el único secreto es vaciar, limpiar, pulir, rendirse. La única puerta es pequeña y difícil de abrir. El único camino es estrecho y lleno de espinas.

Y tú, insistes en querer caminar. A veces, puede parecer de masocas. Enfrentarte cara a cara con tu peor enemigo: el ego.

¿Herramientas a tu alcance? Unas sandalias. Unas sencillas y humildes sandalias. No necesitas más para echar a caminar, para empezar a soltar.

No me sale, no puedo, no lo entiendo, no soy capaz de llevar esta vía a mi día a día…

Y el Aikido te dice: Elimina la palabra “no” de tu vocabulario. Aquí todo ES, porque tu única verdad es el SER, porque siempre ha sido y siempre será. Todos caben, porque reina “el vacío de la pura nada”. Todo es amor, porque no hay rencores, ni violencia, ni competición, ni vencedores, ni malos entendidos.

Atrás queda el prestigio, la temeridad, la ostentación, los lujos, las riquezas, el orgullo. Sólo reina el “Musubi”, la mutua preservación, el respeto, la unión en cuerpo, respiración, mente y espíritu.

Esa es la luz. Luz de la que cada uno de nosotros portamos una muestra en nuestra pequeña lamparita. Y no hay otro camino si no el de alumbrar nuestros pequeños pasos, alumbrar la vida, para caminar de frente a la LUZ que todo lo abarca y con la que todo fue creado. Los velos que envuelven nuestra lamparita nos hacen creer que no podemos alumbrarnos, pero ya te lo dijeron al entrar: Vacía por completo tus alforjas, saca la basura de tu templo, límpialo, déjalo pulcro, ordenado y resplandeciente.

Has sentido el miedo, la vergüenza, has perdido batallas, te has enfrentado a tus enemigos con todas tus fuerzas. Y terminas por comprender que el miedo, la vergüenza y esos que llamabas enemigos, no son más que un espejo en el que te reflejas, con el que te puedes identificar, ante el que te tienes que rendir, y en el que puedes mirar a los ojos a esa persona, esa situación, que tanto daño te hizo, porque eso… eso es tu maestro.

El maestro de Aikido, sólo te llamó sin voz, sólo te atrajo sin imán, sólo le escuchaste sin oir. Porque el verdadero maestro no luce Kimono ni Hakama. Ni siquiera es un cuerpo mundano y mortal, aunque se valga de este para comunicar, compartir.

Y créeme, Guerrero, el maestro no te va a enseñar nada. Sólo te va a hacer recordar, sólo va a mostrarte el camino desde mucho más alante de donde tú te encuentras, va a compartir contigo el conocimiento de haber recorrido un largo trecho por delante de ti, pero los pasitos, han de ser tuyos. Y recuerda, ya te lo dijeron, que el camino es estrecho, sinuoso y lleno de espinas. Aligera tu carga, Guerrero. Esa es la manera de poder avanzar. Ni siquiera te digo que sea la manera de avanzar rápido. No… Te digo que es la manera de avanzar. Aligerar, soltar, limpiar… “Misogi”.

Vale, venga. Ya he comenzado a caminar, y analizo, intento racionalizar, pongo el intelecto en cada acción, en cada técnica, en cada minuto de mi vida. Y no. No, Guerrero de la luz, eso no es entregarse y caminar. Entregarte, es dar lo mejor de ti mismo, cada día, cada instante, en cada acción, con cada ser vivo o inerte que la vida te cruce. Sin egoísmo, sin prejuicios, sin “ es ques…”.

Elimina los “peros”, los “es ques”, los “y si…”. Camina, entrega, libera, fluye, únete y acepta. Acepta en modo tal que ni siquiera sea necesario el perdón. Todo es tal y como tiene que ser. Eres un Guerrero de Luz y caminas por el sendero, aceptando cada piedra, cada charco, cada bache, porque no es ni más ni menos que como tiene que ser.

Por el camino parece que algunos Guerreros se van desviando. Pero no te preocupe, ya que nadie se desvía. Cada cual sigue el camino al modo y ritmo que le es concedido, del que es responsable.

Te digo todo esto para que veas que tú, también tú, eres un Guerrero de Luz.

Nos vemos en el camino. Y recuerda, vacía tus alforjas de pertenencias y llénalas de AMOR. En tu última exhalación, el amor, es lo único que va a sumar.