Diario de un budoka  (y III) …sin autor conocido . (Fuente:Internet)

 

Después de cada entrenamiento me convenzo más de que el Aikido(*) tiene mucha relación con la música.

 

Más allá de la necesidad de ritmo, en Aikido a veces cometemos el mismo error que algunos músicos cometen en sus respectivas bandas.

 

Una banda de músicos debe complementarse el uno al otro así como en el Aikido, la armonía del espíritu, la técnica y el cuerpo.

 

Silencio en la música

Los músicos no muy experimentados suelen concentrarse demasiado en sus propios instrumentos y tratar de sobresalir por sobre sus compañeros de banda, subiendo el volumen de sus instrumentos o simplemente llenando de notas un espacio de tiempo determinado. De esta forma el sonido muta a ruido. El oído en vez de satisfacerse en la música es perturbado por la sensación de no armonía, no tan sola teórica, si no de intención, del por qué interpreto lo que interpreto y el como lo hago.

 

Músicos experimentados olvidan el primer principio de la música. “El silencio”.

El manejo del silencio da el ritmo a la música, le da la armonía. Pretende dar contrastes a toda una pieza musical. Y por supuesto, permite que las partes de la orquesta se complementen y logren formar un todo armonioso sobre una nada caótica.

 

El silencio en el Aikido (*)

En el Aikido (*) el silencio puede interpretarse de dos formas:
Al tener la mente limpia y dedicada en el entrenamiento dentro del dojo podemos decir que tenemos una mente en silencio, libre de ruido que distorsionen nuestra técnica y nuestra disposición a entrenar. El silencio mental no es la ausencia de todo pensamiento, es la concentración plena en el entrenamiento.

 

Cuando queremos terminar la técnica antes que nuestros compañeros, patear más alto, golpear más duro eso nos dará como resultado una técnica “ruidosa”, movimientos que no se entienden, técnicas sin terminar, agotamiento… desgaste…

 

Un pensamiento humilde es un pensamiento silencioso.

 

El otro tipo de silencio es en la técnica misma.

 

El silencio al entrenar no es la ausencia de movimiento o una actitud de descanso. Si no la correcta disposición para entrenar. El hecho que sientas que no sabes o que no puedes completar cierto ejercicio o técnica no necesariamente se sobrepasa dejando de hacer el movimiento. Aún cuando te resulte dificultoso es mucho mejor intentar ejecutar una técnica que simplemente quedarse quieto sumido en el pensamiento “yo no puedo”.

 

El silencio en la ejecución de la técnica es el espíritu atento, o “Zanshin”. Entre técnica y otra uno sigue en entrenamiento. Quedarse de pie en una posición “cómoda” no es entrenar. El Zanshin debe evidenciarse en toda la práctica. Al terminar un técnica o en el momento de esperar una orden de nuestro sensei.

 

Sensei lo llama espíritu.

Cuando él nos llama en forma de aliento nos dice fuerte: “¡Vamos! ¡Espíritu!” Sabemos que quiere decir que entiende que estamos cansados, pero nos pide marcialidad, nos pide respirar para que el cansancio decante, nos pide estar a la altura del momento para que después del sufrimiento de hoy, mañana el cuerpo haya aprendido, la técnica evolucione a la pureza y que el espíritu sea humilde, silencioso.

 

(*) el texto original hace referencia al karatedo