A vueltas con el Aikido y la Defensa personal (I)…por Lucio Alvarez

Sigue siendo demasiado frecuente encontrarse con que se define el Aikido como un “sistema de defensa personal”.

Continuamos viendo como en diversos medios, presuntamente especializados o no, revistas, folletos informativos, cadenas de televisión…, etc., se siguen confundiendo los términos. Y esto no sólo por parte de los profanos, también, muchos “expertos” hacen mención del Aikido como un “sistema de auto-defensa” y preponen esta mera característica complementaria de una parte de sus técnicas al auténtico fin y fruto de este Sendero.

Recordemos que no hace mucho, y sin que al parecer los protagonistas del reportaje hicieran nada por desmentirlo, se llegó a decir en algunos periódicos de tirada nacional, que el Aikido era una invención “del Steven Seagal ese, el de las películas”.

“El Aiki no es un arte de lucha o de vencer a un enemigo. Es una Vía en la cual se armoniza a toda la gente en una sola familia.” Morihei Ueshiba.

Auto-defensa o defensa personal es un término que hace referencia directa a la auto-protección o, lo que es lo mismo, al combate o a la posibilidad de él. Quiere decir que deseamos defendernos a nosotros mismos, dando prioridad al interés personal, al ego. Y, desde luego, sin ningún lugar a dudas, significa lucha, enfrentamiento, oposición…

Si verdaderamente entendiéramos el significado de Ai-ki-do, veríamos que, en realidad, defensa personal y Aikido, son términos antagónicos. Es más, me atrevería a decir que no son solamente antagónicos, sino irreconciliables. Irreconciliables mientras no trascendamos el plano de la dualidad. Cosa que, por otro lado, no podremos lograr si no empezamos por apartar de nuestra mente y nuestro vocabulario los conceptos de individualidad y ego que precisamente implica la denominación de “defensa personal”.

Si verdaderamente entendiéramos lo arduo que resulta luchar con uno mismo, no pensaríamos siquiera en la posibilidad de enfrentarnos a otros ni aún para defendernos.

Además; ¿defendernos de qué, de quién, por qué, cómo y cuándo? ¿Practicar defensa personal en previsión de una hipotética agresión que quizá no se dé en toda nuestra vida? ¿Estar durante años sometiéndonos a agotadores entrenamientos, por si acaso un día alguien nos pide la cartera y, para evitar dársela, poner en riesgo nuestra vida o la del caco?… Es absolutamente evidente que resulta desmesuradamente más costoso que entregar la cartera. Incluso, dando de propina el reloj y un par de cupones para la rifa de un apartamento en La Manga, nos sale muchísimo más barato.

Esto puede ser interesante para los profesionales de la seguridad, pero no lo veo práctico para el resto de la gente. Desde luego, cada cual es libre de usar su tiempo como quiera. ¿No hay quien se dedica a hacer miniaturas de monumentos con cerillas?…

Ahora en serio. Que cada uno haga lo que quiera pero sin confundirse ni confundir.

En el tríptico que presenta a la A. F. A., se intentó plasmar de forma lo más resumida que permite el tema, qué es Aikido y cuáles son los objetivos de este arte y de nuestra Asociación. Para lograrlo recurrimos –como de costumbre- a utilizar las definiciones que el Fundador o su hijo nos legaron. También en numerosas ocasiones hemos echado mano de sus explicaciones, para insistir en la comprensión del significado de Aikido:
“Existen dos clases de artes marciales: las del cuerpo y las del espíritu. El Aikido es un arte marcial del espíritu”. (O Sensei).

La finalidad del Aikido es, tal y como manifiesta su Fundador, la unificación de cuerpo, mente y espíritu. Sólo la descripción del Fundador es válida. Lo diga quien lo diga, el Aikido jamás será un “sistema de defensa personal”.

“Por encima de todo, uno debe unir su propio corazón con el de los dioses. La esencia de Dios es el amor, un amor omnipresente que abarca todos los rincones del universo. Si uno no se une a Dios, eluniverso no se puede armonizar. Los maestros en artes marciales que no estén en armonía con el universo están ejecutando meras técnicas de combate, no Takemusu Aiki.” (O Sensei).

No es el Aikido un simple catálogo, más o menos extenso, bello o eficaz, de técnicas de lucha. El Aikido surge de la iluminación de un hombre – y es específica y escrupulosamente descrito por él-, Morihei Ueshiba, que dedicó su vida a dos actividades aparentemente opuestas: el entrenamiento de su cuerpo para el combate y el entrenamiento de su espíritu. En un momento de su desarrollo físico-espiritual, cuando su espíritu está suficientemente maduro para ello, le es revelada una vía, una forma de aunar ambas caras de la moneda. Esa revelación le muestra que para llevar a efecto dicha vía, es preciso dejarse llevar por la Armonía y el Amor y desechar todo cuanto pueda representar enfrentamiento y diferencia, tanto en los aspectos conceptuales como técnicos.

Sus técnicas marciales, hasta entonces dotadas de una formidable violencia, se refinan y sutilizan hasta perder toda connotación guerrera. (Sirvan de paradigmático ejemplo Ikkio o Irimi) Pero -y aquí están lo extraordinario del Aikido y su mayor complicación-, las técnicas no pierden con ello su “eficacia” marcial, tan sólo se despojan de la intencionalidad de destrucción y de aniquilamiento, para dar paso a una aspiración mucho más trascendente y sustancial: la de la armonización absoluta con el oponente, que deja de serlo para ser, como nosotros mismos, parte de un Todo Universal y Armónico.

En la “1ª Lección para Profesores” ya utilicé las palabras de Kisshomaru Ueshiba para aclarar ciertos aspectos de este asunto. Volvamos a recurrir a ellas:
“En su libro “El espíritu del Aikido” el hijo del Fundador, el honorable Kisshomaru Ueshiba, reflejaba (y refleja puesto que su palabra impresa permanece), la preocupación que sentía por la deformación que el Aikido estaba, y está, experimentando. Precisamente escribe este libro para explicar el verdadero significado del Aikido, intención que deja bien patente en el prólogo.

Un prólogo que despide con este párrafo:
“Mi deseo es que este pequeño trabajo (humildad de auténtico maestro) resulte especialmente beneficioso para los practicantes de aikido, pero me reconfortaría mucho que los lectores en general adquirieran algún conocimiento de este refinado arte, que no contribuye a la violencia, sino a la armonía en el mundo.”

Pero, su preocupación no está provocada solamente por los practicantes no japoneses. En otro párrafo destaca, que dicha deformación es más acentuada aún entre los propios japoneses que entre los aikidokas foráneos.

Hace ya tiempo que se escribió este libro –la edición en castellano es de 1988- y en la actualidad, algunos pensamos que las diferencias se han ido rasando, y que hoy, seguramente, japoneses y no japoneses debemos encontrarnos más o menos al mismo nivel de deformación conceptual y práctica.

El difunto Dosu marcó la pauta a seguir:
“Tanto los instructores de Aikido, como los alumnos, deben consagrarse a conocer verdaderamente el arte, a sondear sus profundidades, a disipar las distorsiones y a presentar su auténtica imagen, pues, de lo contrario, el desengaño de la gente interesada será grande e irreversible.” Y dejaba bien definido el Aikido “…como un asunto fundamentalmente del espíritu”.

También marca claramente cual es el modelo a seguir en cuestiones de entrenamiento y evaluación de la maestría y de la utilidad:….

 Continúa en A vueltas con el Aikido y la Defensa personal (y II)