El texto original se encuentra en el siguiente enlace: https://pequeniosuniversos.wordpress.com/filosofia-y-practica/un-plan-divino-masahisa-goi-conoce-a-morihei-ueshiba/

Por el interés que tiene lo publicamos en nuestra web de afamadrid.


Compartimos esta traducción de una publicación escrita en 1976 por el famoso líder religioso Masahisa Goi.

Aikido  Maestro Morihei Ueshiba
por Masahisa Goi 

Reunión con el Maestro Ueshiba

En octubre de 1957 me reuní por primera vez con el Maestro Ueshiba. El Maestro Morihei Ueshiba me visitó en la sala de conferencias de Kanda, Tokio [1]. Desde hacía tiempo deseaba tener la ocasión de reunirme con él y volví a pensar en ello cuando miré el libro de Aikido publicado por Kowado Co. Mi deseo se cumplió en tan solo unos pocos días. La sucesión de los hechos que hicieron realidad dicha reunión parecía haber sido una casualidad, pero en realidad había sido obra de un delicado Plan Divino.

Al día siguiente, después de haber leído el libro, le pedí a uno de mis empleados del departamento editorial que por favor enviara mis libros al Maestro Ueshiba, ya que él es una persona digna de veneración, como la encarnación de un Dios. Mientras que el empleado estaba escribiendo la dirección para enviar los libros de una vez, una mujer, la Sra. Hayashi, pasaba por ahí y al ver la dirección, dijo: “¡Ah!, el Maestro Ueshiba. Mi marido lo conoce muy bien”. Posteriormente, me enteré de que uno de los directores de mi asociación había respondido casualmente diciendo: “Nuestro Maestro desea conocer al Maestro Ueshiba algún día”. Entonces, la Sra. Hayashi respondió: “De acuerdo. También sería de nuestro agrado que el Maestro Goi y el Maestro Ueshiba se conocieran. Eso beneficiará a ambas partes. Iré a casa y le pediré a mi marido que le cuente esto al Maestro Ueshiba”. Se fue ansiosamente y, al día siguiente, nos llamó y nos dijo: “Mi marido informó de inmediato al Maestro Ueshiba sobre las intenciones del Maestro Goi. El Maestro Ueshiba dijo: ‘He estado sintiendo que alguien sería enviado a mí, para conocer a una persona a quien realmente he querido ver, y me he estado preguntando quién sería. Eres tú. Estoy listo para ir pronto a la ciudad de Ichikawa [2]’”. Le respondí diciéndole que estaba lejos de la ciudad de Ichikawa, así que le pedí que por favor viniera a Kanda el día de mi conferencia. Por fin, tendríamos la oportunidad de conversar.

Los hechos se desarrollaron demasiado bien para considerarlo una coincidencia. Fue más que una coincidencia que una persona pasara por ahí sin querer, justo en el preciso momento en el que alguien estaba escribiendo el nombre y la dirección de un sujeto que esa persona conocía tan bien. Difícilmente podemos llamarlo un accidente o una casualidad que el Maestro Ueshiba supiera que iba a reunirse conmigo un mes antes de conocer mi existencia.

Nos conocimos por medio de un Plan Divino. Antes de decirnos “hola”, nuestras dos mentes se unificaron y se convirtieron en una sola, para que yo pudiera entender plenamente la personalidad del Maestro Ueshiba, mejor dicho, su divinidad, y parecía que él ya había entendido todo sobre mí.

El Maestro Ueshiba (quien usualmente no era muy conversador, según había escuchando) se quedó dos horas, hasta las seis en punto cuando empezó mi conferencia. Se sentía como en casa y satisfecho desde el fondo de su corazón, parecía estar tan relajado y contento que no parecía estar listo para irse cuando llegara el momento de hacerlo. Mientras se iba, dijo: “Te volveré a ver a menudo”.

 

“Aiki” es una vía para alcanzar la concordancia con el universo

Capté la esencia del Aikido al escuchar al Maestro Ueshiba hablar aquel día y también al leer su libro sobre Aikido. La base del Aikido, que probablemente sea un tipo de Budo[3], es practicar “Ku” o vacío. El Aikido es una gran armonía de movimientos libres y sin perturbaciones, y un espíritu de amor que nace de “Ku”. En otras palabras, practicar “Ku” es liberarse de los propios pensamientos.

El Maestro Morihei Ueshiba era una gran persona que percibía y realmente practicaba esta verdad con su cuerpo, y que me daba muchas ganas de volver a ver.

Transmito sus palabras tal cual las recuerdo:

“Aiki no es una técnica para luchar contra el enemigo ni para derrotarlo, sino una vía para reconciliar al mundo y hacer de los seres humanos una gran familia.

El secreto del Aikido reside en armonizarnos con el movimiento del universo y alcanzar la concordancia con el propio universo. Aquél que ha desentrañado el secreto del Aikido tiene al universo dentro sí mismo y puede afirmar: ‘Yo soy el universo’. Tomé conciencia de esto a través del estado de “Bu”. No importa qué tan rápido me ataque un adversario, nunca soy derrotado, pero no es porque mi técnica sea más rápida que la suya, no es una cuestión de velocidad. La lucha termina antes de comenzar.

Cuando un adversario pretende luchar conmigo, el universo mismo, tiene que romper la armonía del universo. Por lo tanto, en el momento en el que concibe la idea de atacarme ya es derrotado. No existe medida del tiempo, ni rapidez ni lentitud.

El Aikido es no-resistencia. Como es no-resistente, siempre es victorioso.

Aquellos que tienen la mente retorcida y siembran la discordia son derrotados de antemano.

Entonces, ¿cómo puedes enderezar tu mente retorcida, purificar tu corazón y armonizar con la actividad de todo lo que existe en la naturaleza?

Primero, debes hacer tuyo el corazón de Dios. Es un gran amor omnipresente en todos los lugares y los tiempos del universo. ‘No hay discordia en el amor. El amor no tiene enemigos’. Una mente en discordia que piensa en la existencia de un enemigo, ya no es compatible con la voluntad de Dios.

Aquellos que no estén de acuerdo con esto no pueden estar en armonía con el universo. Su Budo es el de la destrucción. No es un Budo constructivo.

Por lo tanto, competir en técnicas, ganar y perder, no es un verdadero Budo. El verdadero Budo no conoce la derrota: ‘nunca derrotado’ significa ‘no haber luchado nunca’.

Ganar significa vencer a la mente en discordia que hay dentro de ti. Lograr esto es cumplir con la misión que te ha sido encomendada.

Esto no es una mera teoría. Practícalo y recibirás el gran poder de la unidad con la naturaleza”.

(Fragmento del libro Aikido escrito por Morihei Ueshiba. Traducido al inglés por Kazuaki Tanahashi y Lay Maurer Jr.)

 

Así dijo el Maestro Ueshiba. Estas son las palabras de Dios y nada más. Son las palabras de la propia vía religiosa. Si un predicador solamente conoce la lógica de sus palabras o únicamente habla por el amor a las mismas, sus palabras no tienen vida. Por lo tanto, esas palabras sobre la verdad no conmoverán los corazones de las personas. En el caso del Maestro Ueshiba, me conmuevo mientras pronuncia sus palabras y establece su récord de jamás haber sido derrotado. Incluso mientras escribo estas palabras, mi corazón arde de emoción.

 

La encarnación de un Dios; Maestro Ueshiba

El Maestro Ueshiba es, sin duda, la encarnación de un Dios. La encarnación era tan humilde como para venir a ver con sus propios ojos a una persona religiosa desconocida, que por su edad, bien podría ser su hijo. (El Maestro Ueshiba nació en 1883 y yo en 1916). “Ahora, ha llegado el momento de dejar obrar a los Maestros. Yo seré tu asistente,” dijo el Maestro Ueshiba. Su humildad hacía que su mente brillara cada vez más y más.

Es difícil encontrar una mente como la del Maestro Ueshiba. Deberían avergonzarse aquellos religiosos que en vano adoptan una actitud de superioridad, o que malinterpretan la expresión “Yo soy mi propio Dios”[4], o que menosprecian a los demás. Deberían avergonzarse de las luchas de poder entre distintas órdenes religiosas. Ante todo, las personas religiosas deben tener mentes llenas de amor profundo y espíritus armoniosos. Si un líder religioso tiene el más mínimo pensamiento de competir por poder o de sentirse orgulloso de su apuesta figura, o de la gran cantidad de seguidores que tiene, no es genuino. Este no es un mundo de pensamientos kármicos ni de deseos egoístas, sino es el mundo de Dios. Es el mundo donde todo está en concordancia con la mente de Dios. El Plan Divino se ejecuta paso a paso.

Intentar concebirse como un apóstol divino viviendo en un mundo de deseos egoístas, es igual que intentar lavarse el cuerpo en un pantano. Los deseos egoístas son todos los pensamientos y las acciones que perturban las mentes llenas de amor y de gran armonía. No hace falta pronunciar palabras. En realidad, basta con tener la mente llena de amor y armonía, y manifestarlo en las acciones.

Durante la reunión, una persona con poderes psíquicos nos vinculó y, más tarde, dijo que el Maestro Ueshiba y yo lucíamos complemente transparentes en su mente. Esto se debe a que ninguno de los dos tenía ego en lo absoluto, por lo tanto, el psíquico no sentía ondas que provinieran de nuestros pensamientos.

Mientras que el Maestro Ueshiba hablaba, observé que su figura no era la forma física de su cuerpo humano, sino la figura de un famoso Dios Shinto[5]. Esto demostró que el Maestro Ueshiba no tenía pensamientos de ego y que funcionaba como la encarnación de un Dios.

Se dice que su “Aiki” puede proyectar a varios oponentes simultáneamente o levantar cientos de kans[6] fácilmente. En tales ocasiones, una deidad marcial, también registrada en el sintoísmo, mueve el cuerpo físico del Maestro, que se convierte en “Ku” o vacío.

Antes de verlo en persona, ya estaba al tanto de todo esto, pero después de conocerlo, entendí el principio con mayor claridad.

Tal como está escrito en mi autobiografía, AQUEL QUE UNE EL CIELO Y LA TIERRA, me volví “Ku” con la práctica de detener los pensamientos, por ejemplo, la práctica de ver todo como “Ku” bajo la dirección de mi deidad guardiana. Dios usa mi cuerpo, mi cabeza, mi boca, mis estudios y los conocimientos que he adquirido hasta el momento, y hace que obre en pro de la recreación de los mundos de la gran armonía y de Dios.

 

La experiencia de unión con Dios del Maestro Ueshiba

El Maestro Ueshiba hizo memoria de lo que experimentó cuando se unió con Dios:

“Creo recordar que fue en la primavera de 1925 cuando paseaba solo por el jardín y sentí que el universo se estremecía súbitamente. Entonces, un espíritu dorado emergió del suelo y envolvió mi cuerpo convirtiéndolo en uno de oro.

Al mismo tiempo, mi cuerpo y mi mente se iluminaron, y fui capaz de comprender el murmullo de los pájaros y de percibir con claridad la mente de Dios, el creador de este universo. En ese momento tuve una iluminación: la fuente del Budo es el amor de Dios, el espíritu de la protección amorosa de todos los seres. Lágrimas de alegría corrían por mis mejillas.

Desde entonces, siento que toda la tierra es mi casa, y que el sol, la luna y las estrellas son mis pertenencias. Me liberé de todo deseo de alcanzar posición, fama y riquezas, así como de ser fuerte. Comprendí que el Budo no consiste en derribar al adversario por la fuerza ni es un instrumento para conducir al mundo a la destrucción mediante las armas. El verdadero Budo es aceptar el espíritu del universo, preservar la paz del mundo y, criar, proteger y cultivar correctamente a todos los seres de la naturaleza. Entendí que el entrenamiento en el Budo consiste en captar el amor de Dios, que cría, protege y cultiva con rectitud todo lo que existe en la naturaleza, para asimilarlo y emplearlo en nuestra propia mente y en nuestro propio cuerpo”.

También dijo: “Alrededor de la una o las dos de la madrugada estaba afuera en el jardín de pie con mi espada. Por extraño que parezca, de repente apareció algo blanco, un cuerpo astral. De frente a mí, la figura blanca también estaba de pie y tenía una espada. Así empezó mi entrenamiento con la espada.

En el instante en el que me precipité hacia adelante para atacar a mi oponente, se acercó a mí de inmediato. Me apuntó son su espada en el abdomen y el pecho al mismo tiempo. Me dejó completamente fuera de guardia. Al principio, mis movimientos eran lentos, pero con el entrenamiento, en uno de esos momentos en que el cuerpo astral se acercó a mí, fui capaz de cortar su espada. Entonces, el oponente blanco desapareció.

La espada despareció bajo mi fulminante mirada tras haber entrenado de esta manera durante unos tres días. Entonces, me miré a mí mismo y me di cuenta de que no distinguía las características de mi cuerpo, sino que era una figura de luz, que consideré que era mi cuerpo espiritual. Había nubes de luz que me envolvían. Sin embargo, aún estaba consciente y sentía que estaba sujetando una espada con las manos. No había ninguna espada, solo mi respiración. Esto duró dos semanas.

Más tarde, ya no estaba yo, ni había espada ni nubes, pero sentía que mi cuerpo se expandía por todo el universo. En ese momento, no había luz blanca. Mi respiración controlaba las esquinas del universo y el universo estaba en mi interior.

Cuando me percaté de que esto era el corazón de la religión y que la base del Budo es la misma que la base de la religión, empecé a derramar lágrimas que desbordaban alegría.

Mi corazón se inundó de agradecimiento devoto hacia el Gran Dios y me provocó el llanto entender que todas estas cuestiones, las montañas, los ríos, los pastizales, los árboles, los animales, los insectos, los peces, son manifestaciones y obra del Gran Universo”.

(Fragmento publicado en la revista Byakko. Febrero, 1960)

 

A continuación, comparto como referencia un fragmento de mi libro AQUEL QUE UNE EL CIELO Y LA TIERRA, donde escribí sobre una experiencia similar que tuve.

 

Mi experiencia de unificación con Dios

“¡Qué hermosa es la naturaleza! Me derretía deslumbrado ante la belleza de la naturaleza, pero en algún lugar en mi cabeza todavía escuchaba una voz dolorosa. No podré disfrutar de esta belleza con todo mi corazón hasta que me deshaga del sufrimiento, la enfermedad, la pobreza, como si yo fuera responsable de todas estas desgracias.

En respuesta a la voz, caminé con firmeza repitiendo el rezo como de costumbre: “Dios, toma mi vida y obra a través de mí”. Continué rezando hasta que llegué a la estación del ferri para cruzar el río. Justo cuando estaba por bajar a la orilla, escuché una voz que sonó como el estruendo de un relámpago y dijo: “Yo, Dios, recibo tu vida. ¿Estás preparado?”

La voz no provenía de mi imaginación, ni de mi mente, sino del propio cielo. Era un sonido con significado, es decir, una voz celestial. No solo la voz era celestial, sino las palabras también. Pero fue algo diferente a las palabas espirituales con vibraciones equivalentes a la voz humana que, posteriormente, me vi forzado a escuchar cada mañana y cada noche. De inmediato, dije: “Sí”, en mi mente en respuesta a la voz. En seguida, todo mi ser le pertenecía a Dios. El individuo, la persona, Masahisa Goi, había desaparecido. Pero fue más tarde cuando todo salió a la luz.

Por un rato estuve arraigado al suelo al pie de la orilla con los ojos cerrados. No podía pensar en nada y abrí los ojos como alguien que recién acaba de despertar de un sueño. El sol brillaba radiantemente. Los pájaros cantaban alegremente. Caminé hacia el ferri y entretanto frotaba mis manos y mi cuerpo, que estaban tiesos por la tensión momentánea.

Había consagrado mi vida al cielo. Mi cuerpo existe aquí, atraviesa desde el cielo hasta la tierra. Mi corazón estaba absolutamente claro y no dudaba en lo más mínimo de la voz celestial”.

Luego de esta experiencia, tuve la fortuna de realizar varios entrenamientos espirituales. Justo antes de convertirme en lo que soy ahora…

“Como de costumbre, me encontraba meditando antes de dormir. Soy capaz de alcanzar ‘Tōitsu’ mediante la práctica de detener los pensamientos. Aquella noche, tan pronto alcancé ‘Tōitsu’, comencé a exhalar de manera continua, sin inhalar. Entonces, ahí frente a mis ojos apreció un enorme poste redondo que era transparente como un cristal y parecía que podía alcanzar el cielo. Seguidamente, empecé a subir a lo largo poste como si mi exhalación me estuviera elevando…

Al atravesar el séptimo nivel del mundo espiritual, el cual brillaba con una luz dorada, me encontré en medio de ese resplandor. Era como si todos los colores se hubieran juntado y purificado. Yo estaba sentado en una silla dorada y llevaba puesta una corona púrpura, que quizás había sido usada por nobles. Ni siquiera hubo tiempo de que pronunciara una palabra de sorpresa.

Mi consciencia se volvió una con esa figura.

Después de habernos unificado, me quedé de pie calmado. Ciertamente era el mundo divino. Veía a muchos Dioses ir y venir… Veía la realidad de que mi ser terrenal se había unificado con mi ser celestial (mi verdadero ser). Finalmente, mi consciencia tomó consciencia de la unificación espiritual entre Dios y mi ser.

Siempre que practicaba detener mis pensamientos, sabía intuitivamente que mi verdadero ser se encontraba a una mayor profundidad, a un nivel más elevado. En aquel preciso instante, fui capaz de unificar mi ser con mi verdadero ser, cuestión que anteriormente me resultaba imposible de lograr. Mi luz interior atravesó todas las perturbaciones y emanó por completo. Desde entonces, me percibo a mí mismo como luz pura y he salvado a muchas personas afligidas y enfermas emanando mi luz interior.

Había reconocido claramente que el cielo se encuentra en lo más profundo del ser humano y que el ser divino es una luz sin ego que existe dentro de cada humano…

Al final, la perspectiva de ‘Ku’ en sí no lo es todo. Ser iluminado significa extinguir todos tus pensamientos terrenales y fenomenales. En ese momento, tu ser verdadero y el mundo verdadero se unificarán con este ser fenomenal y mundo fenomenal. Así, finalmente aparece el “Ser”, la unificación del cielo y la tierra, o de Dios y uno mismo en una misma forma. ¿Qué es el ser verdadero? Es el ser divino, el amor, la gran armonía, y la mente libre y sin restricciones”.

Luego de vivir la experiencia descrita arriba, finalmente…

“Más tarde, estaba meditando y frente a mis ojos brillaba una luz inusual. Miraba la luz fijamente sin tener ningún pensamiento. Entonces, de frente y a lo lejos descendía el mismísimo Buda en una posición escultural, sentado con las piernas cruzadas en posición de loto inmaculadamente con ambos brazos extendidos hacia mí. También extendí mis brazos inconscientemente y Buda puso en la palma de una de mis manos una piedra esférica dorada, que parecía ser una cintāmaṇi [7], la alcé al nivel de mi cabeza a la vez que hacía una reverencia y, luego, la coloqué en el pecho de mi cuerpo espiritual. También me entregó cinco hojas de sakaki [8] (como se le llama en el mundo fenomenal), y seguidamente, desapareció tras un resplandor brillante. Continué meditando por un rato, con la intención de poder despedir a Buda. En esta ocasión, apareció Jesús Cristo cargando una cruz sobre su espalda, y también provino de una luz brillante. Tan pronto lo miré, se precipitó al interior de mi cuerpo y desapareció.

En ese instante, una voz sonó fuertemente en mis oídos, ‘Eres uno con Cristo’. Así culminaba mi meditación esa mañana, con aquella voz resonando en mi cabeza. En lugar de sentirme profundamente impactado, sentía profundamente mi misión desde el fondo de mi corazón. Mi mente sabía que estos eventos no habían sido una simple ilusión, ya que había escuchado con claridad la voz en mi interior. ‘A partir de hoy, eres libre y sin restricciones. Cumple tu misión’. Me convertí en una persona capaz de entender todo por intuición, lo que equivale a un ser iluminado.

Desde ese día, volví a ser el mismo que era previamente, antes de que fuera absorbido por el problema de espíritu y alma. Todo lo razonaba con mi propia cabeza, hablaba con mis propias palabras, me movía con mis propias manos y piernas, y abordaba a la gente con mi propia sonrisa. Ya no me quedaba mirando al cielo y mi cara comenzó a expresar gentil y libremente la obra de mi mente. No volví a llamar a Dios ni a forzar a otros a escucharme hablar de religión.

A mis padres, a mis hermanos mayores y a sus esposas, y a mi hermano menor, les parecía que yo había vuelto a ser el mismo que era antes. Las noches regresaron a la normalidad y este hijo nuevamente palmeaba las piernas de su padre y masajeaba los hombros de su madre”.

Si uno realmente ha experimentado la unión de su ser con Dios en una sola forma, o la unión con el universo en una sola forma, los pensamientos de considerar a otros sus oponentes o enemigos desaparecen por completo.

 

El Maestro Ueshiba se inició en el Budo con fuerza física, y mediante la unificación con Dios en una sola forma, finalmente, fundó el “Aiki Budo”, que es plenamente uno con el camino religioso. En cambio, como yo ya conocía mi debilidad desde un principio, le entregué plenamente mi ser a Dios. Al haber hecho esto, alcancé el estado de unión con Dios en una sola forma, y concienzudamente me convertí en un instrumento de Dios.

Si bien hemos entrenado de maneras completamente diferentes, el estado que ambos alcanzamos fue exclusivamente uno y el mismo. Creo que esto fue lo que nos unió.

Estoy convencido de que cuando las personas alcanzan el mismo estado, pueden unirse fácilmente a pesar las diferencias que tengan. Sin embargo, a los grupos religiosos actuales se les dificulta unirse. Esto se debe a que los líderes aún no han alcanzado el verdadero estado de “Ku” o de libertad.

 

Cree que Dios es amor

Jamás he considerado que esté por encima de los demás en cuanto a mi sabiduría, ni a mis conocimientos o mis habilidades, por lo que no importa con quién hable, si son ancianos o niños, nunca lo hago con un aire de superioridad. Únicamente cuando hablo sobre mis enseñanzas o mi actitud de purificación lo hago con un aire de dignidad, ya que no es mi cuerpo físico sino Dios quien habla.

Soy una persona, que a través de su cuerpo físico, intenta transmitir el amor de Dios al mundo humano de la manera más fácil y sencilla posible. Dios es amor. Dios es misericordia. Por lo tanto, está haciendo un gran esfuerzo por salvar a la humanidad. Dios jamás piensa en castigar a las personas. Los religiosos falsos predican el Castigo de Dios, o recriminan y juzgan a los demás solo por sus faltas. Como resultado, las buenas personas que buscan refugio en la religión son conducidas a ser de mente estrecha, rígida y oscura. Estos religiosos impiden que las personas que actúan mal osadamente se acerquen a las puertas de la religión y obstaculizan los caminos que las acercan a Dios.

 

Somos hijos amados de Dios

Quisiera que leyeran y releyeran “Cómo el hombre debería revelar su ser interior”, léanlo una y otra vez, entonces, el amor de Dios permeará sus mentes y corazones. La voluntad de Dios es que los seres humanos, sus hijos, conozcan su verdadera naturaleza como personas.

“Ustedes son mis hijos y son seres resplandecientes. Aunque veo que están atravesando adversidades y sufriendo enfermedades, sus verdaderos seres no experimentan sufrimiento ni aflicción. Al no voltear a mirarme, ustedes mismos provocan su propio dolor y lamento. Por ello, envié a Siddhartha para que predicara que el mundo es puro “Ku”, es vacío, y que solamente existe el mundo de Buda. Envié a Jesús para que expiara sus pecados y los liberara de culpa, para crucificar todos sus perversos pensamientos y sus malas intenciones. La idea era enseñarles que, en esencia, los humanos no son seres pecaminosos ni impuros. Pero pocos entendieron la idea.

Les acabo de enseñar claramente que los espíritus guardianes y las deidades guardianas son los medios para alcanzar su salvación. Si confían firmemente en su poder y lo utilizan, naturalmente tomarán consciencia de que son mis hijos. Sin darse cuenta, quedarán liberados de los sentimientos de culpa, las acciones y los pensamientos kármicos autoimpuestos. Así, al ponerle fin a todos estos aspectos negativos, se develará un mundo de gran armonía, amor, verdad y belleza, donde se manifiesta mi imagen. Basta con que me envíen sus pensamientos a través de sus deidades y espíritus guardianes”.

Esto es lo que Dios les transmite a través de mí. Por lo tanto, no deben considerarse seres pecaminosos. Al contrario, deben saber con todo su corazón que son parte de Dios. Las personas creen que no son buenas porque piensan que su cuerpo físico es todo lo que hay. Pero en realidad, su ser verdadero es parte de Dios, y por lo tanto, solo puede ser bueno. Crean en la verdad, perdónense a sí mismos y a los demás, continúen expresando gratitud hacia sus deidades y espíritus guardianes. Dedíquense a rezar por la paz mundial día y noche. Sin duda, llegará el amanecer y el momento en el que reine la paz en la tierra.

Aunque cada quien tiene su manera, todos, el Maestro Ueshiba, sus seguidores y nosotros, somos apóstoles del cielo, enviados por Dios para la consecución de una gran paz en este mundo humano.

Juntemos nuestras manos y continuemos obrando en pro de la Paz Mundial.

(Este artículo fue traducido al inglés por Akiko Tamura y Beth Fisher)

M. Ueshiba

Un joven Chiba sensei (detrás, a la derecha) observa a su maestro con la máxima atención.

 

La encarnación de un Dios

En homenaje al Maestro Ueshiba
por Masahisa Goi

El hombre es, sin duda, la encarnación de un Dios.

Su cuerpo se hizo uno con el universo

y no tiene oponente adverso.

 

“Soy uno con el universo

y no tengo enemigos”, confirmó con naturalidad.

 

Con un cuerpo pequeño de apenas 5 shaku [9] de estatura

y ya con casi 80 años,

él mismo sabe claramente que se está expandiendo para llenar el universo.

 

No importa qué tan fuertes ni cuántos sean sus oponentes,

él no puede ser derrotado,

puesto que se ha convertido en “Ku”.

 

“Ku” es Amenominakanushi[10].

Ahí desde donde se ha unificado con Amenominakanushi

él emite el poder de sus deidades guardianas.

 

Su poder ya está por encima de cualquier (Budo) “Bu”,

por practicar un gran amor y entrenar el espíritu.

 

El intenso brillo de sus ojos y la piadosa expresión de su mirada,

se armonizan para dar forma a su carácter

y conmover los corazones de la gente.

 

Ciertamente el hombre es la encarnación de un Dios.

Un apóstol del gran amor y la omnipotencia.

Conozco la grandeza de ese hombre

desde el fondo de mi corazón.

 

Traducido al castellano por Ma. Teresa Vidaurre.

[1] Kanda, Tokio: distrito a las afueras de Tokio.

[2] Ciudad de Ichikawa: suburbio al este de Tokio.

[3] Budo: término que en japonés engloba el concepto de artes marciales.

[4] “Yo soy mi propio Dios, en todo el Cielo y la Tierra”. Se dice que esas fueron las primeras palabras que dijo Buda inmediatamente después de su nacimiento (Iluminación).

[5] Sintoísmo: religión que se originó en Japón.

[6] Kans: el equivalente a 3,75 kilos.

[7] Cintāmaṇi: de acuerdo al budismo, esta piedra preciosa tiene la capacidad de conceder los deseos de quien la porta.

[8] Árbol sakaki: árbol sagrado japonés cuyas hojas se usan como ofrendas en los altares religiosos.

[9] Shaku: unidad de medida que equivale a un pie aproximadamente.

[10] Amenominakanushi: Dios del Universo en el sintoísmo.