¿Y POR QUÉ MEJOR NO ENTRAS TÚ?

Hace un par de meses me llegó para editarlo un poema de una poetisa mística. Hoy he vuelto a leerlo y me ha parecido tan bello y didáctico que he decidido pasároslo.

Se trata de unos versos de RABIA BASRI (713-801 d. C.) poetisa santa sufí. 

Rabia fue una mujer santa musulmana, considerada por algunos como la primera santa verdadera en la tradición sufí. Poco se sabe de su vida, aparte de su piedad, su gran popularidad entre mujeres y hombres seguidores del camino sufí, y de su negativa a casarse en una época en que era impensable la oposición de la mujer a los acuerdos de boda y de la trasgresión social y las dificultades que representaban dicha actitud. Las fechas de su nacimiento y muerte son sólo aproximadas. Quedó huérfana en su juventud y fue vendida como esclava. Su propio amo, al ver su profunda devoción, la liberó para que pudiera dedicarse a la oración y al sendero del sufismo. Las numerosísimas historias sobre su piedad, su amor a Dios y a las personas, y sobre su ascético estilo de vida, dan fe de la importancia de su vida en la historia del desarrollo de la mística del Islam. Entre las mujeres, tal vez sólo las esposas de Mahoma -conocidas como las madres de los creyentes- ocupan un lugar tan honrado en los corazones de los musulmanes de todo el mundo. Y no solo entre los musulmanes. Sus poemas, sus frases, sus enseñanzas místicas, trascienden el mundo musulmán y sirven de referencia a místicos y religiosos de todas las doctrinas. Es frecuente encontrarla citada en todo tipo de textos místicos.

Su reputación sobresale a la de muchos hombres musulmanes de los primeros días del sufismo. Pertenece a esa compañía selecta de mujeres sufíes que han superado a la mayoría de los maestros de su tiempo en el camino hacia Dios. Ha sido descrita como el símbolo de “la santidad entre las mujeres sufíes”. Su misticismo, su devoción y amor, es ampliamente reconocido como pionero. Triunfó sobre otras expresiones religiosas anteriores que se basaban en el temor a Dios en lugar de en la adoración amorosa a la divinidad. Fue maestra tanto de mujeres como de hombres. Su profunda devoción a Dios era tan intensa que apenas sobrevivieron unos pocos datos sobre su vida privada excepto los que hacen referencia a su completa y amorosa entrega a Dios.

El poema que edité es un hermoso compendio de lo que es el Sendero Espiritual:

Una supuesta sirvienta, admirada por la belleza del paisaje primaveral, llama a Rabia a salir al exterior y contemplar el esplendoroso espectáculo de la naturaleza. Rabia, a su vez, insta a la sirvienta a que mire a Dios allí donde se le puede ver sin ningún tipo de subterfugios.

¡Ahí va!:

Sirvienta:  “¡Ya es Primavera, Rabia!,

¿por qué no sales al exterior

y contemplas toda la belleza que Dios ha creado?”

 

Rabia:   “¿Y por qué no , sirvienta mía, mejor entras tú,

a contemplar, desnudo y desprovisto de velos,

a Aquel que lo ha creado todo?”

 

Es únicamente en nuestro interior donde podemos ver a la divinidad en toda la magnificencia de su verdadera esencia. En la contemplación de su Obra solo podremos ver su reflejo. Y esto, siempre y cuando hayamos purificado nuestra visión, que si no tampoco le veremos. Entonces, si ni siquiera podemos verle libre de apariencia en su propia obra, ¿cómo podremos ni siquiera vislumbrarle en las obras erigidas por el hombre: iglesias, mezquitas, sinagogas, pagodas, dharamshalas, gurwaras o cualquier clase de santuarios o  templos edificados por manos humanas? Son solo lugares de recogimiento para la práctica de la oración o contemplación interna que es donde está de verdad -propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre la misma sin mutación alguna- la divinidad, el kototama, la energía espiritual, el Espíritu Santo…

“¿O no sabéis que vuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios…,? ¿Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo!” (Corintios 6:19-20)

 

“En esta cueva (el cuerpo humano) yacen inagotables tesoros, y también reside en su interior el Infinito Creador”. (Gurú Nanak fundador del sijismo)

 

Esta enseñanza auténtica es común a todos los caminos místicos. La lista de alusiones que respecto a esta cuestión se hacen en las diferentes religiones y filosofías es interminable. 

No podía ser de otra manera en el Aikido. Así que ahí van también –c omo refuerzo y confirmación- tres docas de O Sensei: 

“También los actos humanos funcionan de acuerdo con el Kototama. Si miras dentro de ti, descubrirás el inmenso poder del Sonido”. 

“En vez de pedir a los dioses que te envíen al cielo, pregúntate a ti mismo dónde puedes encontrarlo”. 

“El cielo está dentro. No lo encontrarás nunca en otra parte, lo busques donde lo busques. Descubre el cielo que tienes dentro de ti”.

 

Es dentro de cada uno donde está la verdad. Zanshin, nem. Atención interior, mente clara y lúcida…

La joya, el espejo y la espada:

Los tres dones divinos del sintoísmo. La divinidad descubierta en uno mismo  gracias al afiladísimo camino de la disciplina espiritual. Humildad, Armonía, Amor: Unión.

El agudo filo de la espada, exclusiva de cada cual, que servirá a la misión -igualmente exclusiva- de cortar la cabeza de nuestro único enemigo: nuestro ego. Nuestra propia cabeza exclusivamente.

El lema del verdadero guerrero de la Luz solo es uno, el eternamente repetido:

¡¡Masakatsu agatsu kasuhayabi!!

Lucio Álvarez Ladera