El Lenguaje Crepuscular de O Sensei

En ocasiones los alumnos de O Sensei se quejaban de lo confuso de su lenguaje tachándolo de demasiado enrevesado y arcaico, “lenguaje crepuscular”. Él respondía, que muy al contrario, era lo “último de lo último”. Las enseñanzas de Morihei –como las de todos los místicos- son intemporales, ¡nunca pasan de moda! Solo a quienes no las comprende pueden parecerles viejas. Para los discípulos no iniciados las explicaciones de O Sensei, cuajadas de expresiones sacadas principalmente del misticismo esotérico de la Omoto-Kyo, eran muy difíciles de comprender. ¡Hasta el gran erudito del budismo Zen, Daisetsu Teitaro Suzuki, confesó en cierta ocasión no entender lo que Ueshiba explicaba! Y es que la erudición intelectual, por muy vasta que sea, no sirve por sí sola para dar con una respuesta correcta a las cosas del espíritu.

No sucedía lo mismo con sus correligionarios. Estos le comprendían perfectamente. Fue a ellos, a los seguidores de la Omoto-Kyo, a quienes por primera vez transmitió sus conocimientos marciales. Morihei abrió su primer dojo en las dependencias de la Omoto a instancias de Onisaburu Deguchi: “Tu misión es enseñar al mundo el verdadero camino del guerrero”, le dijo, incentivándolo a empezar su andadura como maestro de artes marciales.

Abro un pequeño paréntesis:

En distintos estudios sobre la Omoto-Kyo vemos que se califica a esta ‘religión’ de ecléctica y sincrética. En principio esto no tiene nada de malo. Lo que ocurre es que, engañados por la idea de multiplicidad, dichos calificativos se suelen usar con un cierto tono de desdén, dando frecuentemente a entender que el sistema místico, filosófico o religioso al que se adjetiva, tiene algo de oportunista porque intenta escoger y conciliar lo bueno de otros sistemas  consideramos ‘más puros’ por ceñirse a dogmas claramente diferenciados. Aunque así fuera, ¿qué tendría esto de malo? Tratar de armonizar lo bueno entre sistemas –sociales, políticos o religiosos- siempre es mucho mejor que destacar lo que les diferencia. Pero, en el fondo, ni siquiera se trata de eso. Todas las vías espirituales, todas las religiones, los misticismos o las escuelas filosóficas son iguales en su esencia. Me refiero a ‘escuelas filosóficas’ ateniéndome al significado etimológico de ‘filosofía’: ‘amor a la sabiduría’; y al de ‘sabiduría’ como comprender, penetrar lo existente. Filósofo, según el concepto socrático, es aquel que ama la verdad.

Por lo tanto, no se trata de elegir lo que interese, sencillamente es que coinciden. Y, ¿cómo no van a coincidir siendo esencialmente lo mismo?

No es cierto que haya muchos caminos verdaderos ¡solo hay un camino verdadero! Es nuestra incapacidad para reconocer la Unidad, la que ve y crea las diferencias. El Camino Real siempre es el mismo, somos nosotros los que le percibimos de forma distinta. 

Cierro paréntesis, y vuelvo a lo del arcaísmo del lenguaje del Maestro.

La necesidad de unidad entre cuerpo, mente y espíritu; trabajar en resolver los conflictos físicos, síquicos y espirituales -en lugar de crearlos-; hacer de nuestra vida cotidiana una acción de culto -dentro del tatami, pero sobre todo fuera de él- y de agradecimiento a todo lo que nos rodea:  la familia,  los amigos, los enemigos…; al Aikido, al maestro, a los compañeros, a la Naturaleza, al Universo, a Dios; llevar una vida sana en todos los aspectos; cuidar y proteger el medio ambiente; respetar, amar… Todo esto es común a todos los senderos pues, precisamente, eso es el Sendero, y está tan vigente ahora como lo estaba entonces, cuando hablaba O Sensei, y desde que el mundo es mundo. Tal vez mucho más ahora viendo como va el deterioro medio-ambiental, el aumento de la violencia y el egocentrismo. La pérdida de valores humanos, éticos, morales y espirituales.

 

El Fundador advertía así mismo de la importancia -vital para la buena práctica del Aikido- de la meditación realizada regular y cotidianamente. Algo que no se suele tener en cuenta a la hora de practicar en casi ninguna escuela.

Veamos un resumen del programa diario en el dojo de Iwama:

A las 06h. oración ante el altar y meditación hasta las 07h. De 07h. a 09h. entrenamiento. Trabajar la tierra hasta las 12h. Un par de horas para comer y entrenamiento hasta las 18h. Baño, oración y hora y media de meditación. Se solía cerrar con masaje, lecturas y conversaciones con el Maestro.

Como se puede observar era un programa intenso y muy estricto en el que se dedicaban unas dos horas diarias a meditar.

Además, como lo definió Suzuki: “El Aikido es meditación (zen) en movimiento”.

Es cierto que dado el poco tiempo del que se dispone en los entrenamientos habituales y las condiciones de las salas, es difícil dedicar una parte suficientemente importante a la meditación estática. Pero tenemos todo el día para encontrar un hueco. ¡Si no sacamos el Aikido fuera de las paredes del tatami, solo seremos aikidokas de salón! Y solo la meditación traerá luz al entendimiento.

La meditación (chinkon-kishin, calmar el espíritu) según el Fundador “ayuda al practicante a descifrar las verdades universales del Gran Espíritu del Aiki”.

Cuando leemos sobre la vida del Fundador lo que suele llamarnos la atención son sus ‘técnicas y poderes milagrosos’. Cuando vemos practicar Aikido lo que corrientemente nos atrae es su eficacia marcial o su belleza. Acostumbran a ser sus aspectos físicos o estéticos los que nos invitan a practicarlo. O ambas cosas a la vez. Ejercitamos nuestro cuerpo mientras aprendemos un bello arte de combate… Es más atractivo que otras disciplinas físicas y no tenemos que competir… Cualquiera que sea el aspecto que nos estimule generalmente no es su esencia espiritual lo que nos acerca a él, no es la meditación. Pero, precisamente la espiritualidad es su único designio y la meditación indispensable. No obstante su esencialidad, pocos son los practicantes, nuevos o veteranos, principiantes o ‘maestros’, que se interesan realmente por la esencia del Aikido. Así, pocos son los practicantes -al margen del tiempo que lleven entrenando- que pueden llamarse de verdad aikidokas.

Ciertamente, el objetivo del Aikido su función, su oficio, ni se comprendía en época del Fundador ni se comprende hoy día. El Aikido es una Vía Espiritual. Y solo se llega a comprender, en su auténtica dimensión, con una práctica ajustada a su verdad fundamental. “Esto no es mera teoría, nos advierte el Maestro, ha de ser practicado”.

No hay oscurantismo en el mensaje del Fundador, ni es, por supuesto, decadente. El crepúsculo se hace Aurora a la Luz del Conocimiento. Y, el Conocimiento llegará por medio de Masakatsu Agatsu (“La verdadera victoria es la victoria sobre uno mismo”) Katsuhayabi no waza (“Las técnicas de la victoria aquí mismo y ahora mismo”)

 Profiramos: ¡Masakatsu Agatsu Katsuhayabi no waza! Y pongámonos a ello.

“Ganar sin lucha es la verdadera victoria, la victoria sobre uno mismo, una victoria rápida y segura”.(O Sensei)

Ese es el mensaje del Fundador “Usar la antigua sabiduría –de ayer, hoy y siempre, la sabiduría sempiterna- para iluminar el presente”.  

El ser humano es el templo viviente de la Divinidad, recuperar este conocimiento es la tarea. Ese es el ‘Camino hacia la Luz’, como también llamaba Ueshiba Sensei al Aikido. Todo lo que no vaya en esa dirección es ir hacia la oscuridad. Cada ser humano es el –no ‘un’- templo vivientes de Dios. Entrenar para recobrar la plena consciencia de este hecho disipará las sombras de la ignorancia y el leguaje del Fundador se tornara diáfano y lleno de lozanía.

 

 

Lucio Álvarez Ladera