El sauce, el viento, mi perrito. – Por Diego

Hace unos días, dando un paseo con mi perrito en una tarde ventosa, me detuve a contemplar cómo se agitaban con fuerza las ramas colgantes de un enorme sauce. Estas, eran sacudidas de manera bastante violenta por ráfagas intensas de viento, volviendo posteriormente a su posición inicial tras las mismas. Cuando la intensidad del viento que las mecía era más suave, estas se movían con la misma suavidad…

Esto me llevó a pensar en la ley de la acción y la reacción, y cómo no, a pensar en la relación «uke – tori». El árbol, tras ser sacudido por el viento, seguía en la misma posición. Las fuertes raíces con las que se amarra al suelo lo hacen quedarse en el mismo lugar, no caer, pudiendo de esta manera mantener la vida.. Sus ramas, repletas aún de hojas, no se quebraban, debido a su flexibilidad, y a que están bien sujetas al tronco del que nacen. Esto me hizo pensar en la flexibilidad y en el centro, en el control del «hara».

Pero profundizando más aún en el asunto me paré a pensar en el por qué ocurren las cosas… El árbol, sus ramas, sus hojas, son ajenos al por qué del viento, de dónde viene ni a dónde va, ni por qué se produce con una u otra intensidad… Pero ahí está, majestuoso, aceptando las embestidas del viento, fuerte en su centro pero cediendo en sus extremos, los extremos verdes, donde nacen las hojas, donde se produce la vida… Actúa como un «tori» perfecto, adáptándose al impredecible «uke». No le da más importancia al asunto. No se plantea nada al respecto. Simplemente se mantiene flexible y centrado… No predispone, no juzga, no se anticipa, no se pone rígido ni nervioso, no quiere vencer ni ser reconocido… Sólo se deja llevar manteniéndose firme…

Ese mismo viento, ese «uke», le ayudará a desprenderse de sus hojas en apenas unas semanas. El «uke», le ayudará a aligerar su carga, y de esta manera, se unirán en el proceso imparable del ciclo de la vida.

El árbol no está preparado para moverse por sí mismo, pero en un superlativo ejemplo de docilidad, de armonía, de unión, sí está preparado para ceder, ¡ para ser zarandeado !.

Una acción, las ráfagas de viento, llevan a una reacción, el movimiento de las colgantes ramas… Sin plantearse nada, sus ramas ceden para más tarde volver a su posición original…

Mi perrito, el sauce, no reflexionan sobre ello. Del árbol se desprendían algunas hojas, y a la caída de alguna de ellas, el perro aprovechaba para saltar y juguetear a cogerlas en el aire.

Jugar…

Así podemos pasar por la vida, jugando, ajenos al por qué de las cosas, al por qué de la vida; simplemente jugar con lo que sucede en la vida… O de otro modo, buscar esa trascendencia inmaterial en la que tomamos conciencia de que todo ha de tener algún sentido, todo ha de tener un por qué, y todo acaba funcionando siempre de una misma y única manera. ¿Quizás porque todo es cíclico y todo tiene un origen o fuente común…?

Decía O´Sensei: «El universo emergió y se desarrollo desde una fuente única, y nosotros evolucionamos a través del proceso óptimo de unificación y armonización. «

Nos pedía Morihei Ueshiba que nos fijáramos en la naturaleza, y que nos uniéramos a ella… :

«…Abre tu propia puerta a la verdad. No desprecies la verdad que está justo ante ti. Observa cómo fluye el agua en el arroyo de un valle, suave y libremente entre las rocas. Aprende también de los libros sagrados y de la gente sabia. Cada cosa – incluyendo ríos y montañas, plantas y árboles – debería ser tu maestro».

Fijémonos en lo que somos, y pensemos de dónde venimos y a dónde vamos. Para eso, tendremos que elegir el camino sobre el que caminar…

Citaré a José Antonio Samiñán: «… creo que es por eso que entreno mi espíritu en Aikido».

Un cordial saludo