AIKIDO, EL ARTE MARCIAL DE LAS PEQUEÑAS COSAS (DETALLES)

 

Titulo extraído del libro “El Dios de las pequeñas cosas”, el cual nos cuenta la vida cotidiana de una familia india de casta (clase social) baja. Nos habla de lo sencillo y natural de la vida, de los pequeños detalles que aparentemente carecen de importancia, pero que realmente son la piedra angular de la felicidad.

Al igual que en la vida cotidiana no prestamos atención a las cosas sencillas y nos preocupamos por la parte externa y por los bienes materiales, pretendiendo de forma consciente y/o inconsciente, acaparar más y mejores posesiones materiales, estar a la ultima en tecnología (móviles, televisiones, coches, etc.) y no prestamos atención a las cosas sencillas, lo básico, a la postre lo único que realmente necesitamos para vivir. Es decir, nos centramos en el exterior (la parte externa) y nos olvidamos de nuestro interior (la parte interna).

Pues bien, en la práctica de Aikido sucede lo mismo, prestamos toda la atención a la parte externa y nos olvidamos de lo que realmente es importante, lo que está en nuestro interior, lo que viene de serie con nuestra forma física, nuestro código genético, nuestra herencia natural.

Sucede que queremos asimilar y entender la técnica desde el intelecto, desde la condición de la mente para analizar y comparar con la experiencia vivida y almacenada en su disco duro (el de la mente). No quiero decir con esto que este mal y que no sea necesario, que sí que lo es, que tenemos que aprender la técnica y debemos hacerlo, debemos practicar y asimilar, pero con el único fin de olvidar, olvidar lo aprendido y no dejar que la mente sea el interlocutor. Ya sabemos trabajar, lo tenemos aprendido, así que dejemos que nuestro ser interno sea el que nos ponga en esa comunicación, esa unión con el uke y con el todo.

Digamos que desde un punto de vista técnico, tenemos en nuestro interior todos los canales para la unión y la comunicación con ese Todo, que nos dará la libertad necesaria, solo tenemos que escuchar al Ser interior y no ponerle trabas a su manifestación. Las trabas y ataduras que la mente aplica por pura ignorancia, por miedos, no puede entender que no sea necesaria, que no sea el centro de atención. Que pasa de ser el señor a ser el esclavo. Lógicamente es un papel que no le interesa, se va a sentir innecesaria, inútil y se va a revelar, nos va a poner todas las trabas que estén en su mano para no dejar de ser la protagonista, no obstante, lleva toda la vida siendo el alma mater y no va a renunciar a ello sin presentar batalla.

Ya sabemos que va a ser así, nos lo dice el Maestro continuamente y la línea de Maestros desde los tiempos ancestrales (en Aikido y en otros caminos espirituales). Así que vamos a centrarnos en los sabios y sinceros consejos de aquellos que ya han caminado por este sendero y que con tanto amor nos quieren llevar de la mano, como el padre lleva al hijo para que no se extravíe y le sirve de apoyo antes las posibles dudas e inseguridades.

Bueno, volviendo al título de este pequeño artículo, y basándome en la experiencia personal, una de las grandezas del Aikido (una de tantas), es la sencillez y naturalidad de los pequeños detalles, detalles que siempre han estado ahí, pero que se nos van revelando paso a paso, día a día con una practica continuada y sincera. Detalles que te dejan maravillado e incluso emocionado por su sencillez y naturaleza amorosa, alejada de toda confrontación. Mostrándote un camino de unión y armonía, pequeños detalles que el Dios del Amor que es manifestado en  el Aikido, nos tiene preparados para ser descubiertos cuando sea necesario o cuando estemos preparados para ello y digo bien “cuando estemos preparados para ello” sin tener prisa, ni pretender anticipar resultado alguno. Todo ha de ser natural.

El Aikido es un arte marcial del espíritu, palabras de su fundador, así que dejemos que las cosas del espíritu se manifiesten con el ritmo que Dios tenga previsto para cada uno de nosotros, sin enjuiciar ni analizar nada, ya que aún no estamos preparados para ello, solo Él sabe en qué momento se nos tienen que desvelar esos pequeños detalles que harán que, desde el inmenso Amor que emana de la Gran Fuente, nos sintamos dignos merecedores de tan preciado regalo.

Mostrarnos y guiarnos por el camino es la misión del Maestro. La sinceridad y la humildad en la práctica, y obediencia ciega a las indicaciones del maestro es la obligación del alumno.

Así que no debemos de tener prisa, ya que el progreso en el camino espiritual no está en nuestra mano, solo podemos ser honrados y sinceros con nosotros mismos, y con los demás (Toko-iku), dentro y fuera del Dojo.

Sintámonos agradecidos y afortunados, pues un camino celestial se nos ha manifestado aquí y ahora. Un camino de sencillez y pequeñas cosas.

 

                                                                                                              Alberto García Luengo